“Me acuerdo siempre de esta escena:
Mi primo, mucho más chico que yo, tenía tres años. Yo tenía doce…
Estábamos en el comedor diario de la casa de mi abuela. Mi primito vino corriendo y se llevó la mesa por delante. Cayó de culo en el suelo llorando.
Se había dado un golpe fuerte y poco después un chichón del tamaño de un huevo le apareció en la frente.
Mi tía que estaba en la habitación corrió a abrazarlo y mientras me pedía que trajera hielo le decía a mi primo: Pobrecito, mala mesa que te pegó, chas chas a la mesa…, mientras le daba palmadas al mueble invitando a mi pobre primo a que la imitara…Y yo pensaba…¿….? ¿Cuál es la enseñanza?. La responsabilidad no es tuya que eres un torpe, que tienes tres años y que no miras por donde andas, la culpa es de la mesa. La mesa es mala.
Yo intentaba entender más o menos sorprendido el mensaje oculto de la mala intencionalidad de los objetos. Y mi tía insistía para que mi primo le pegara a la mesa….
Me parece gracioso como símbolo, pero como aprendizaje me parece siniestro: tú nunca eres responsable de lo que hiciste, la culpa siempre la tiene el otro, la culpa es de fuera, tú no, es el otro el que tiene que dejar de estar en tu camino para que tú no te golpees…
Tuve que recorrer un largo trecho para apartarme de los mensajes de las tías del mundo.
Es mi responsabilidad apartarme de lo que me daña. Es mi responsabilidad defenderme de los que me hacen daño. Es mi responsabilidad hacerme cargo de lo que me pasa y saber mi cuota de participación en los hechos.
Tengo que darme cuenta de la influencia que tiene cada cosa que hago. Para que las cosas que me pasan me pasen, yo tengo que hacer lo que hago. Y no digo que pueda manejar todo lo que me pasa sino que soy responsable de lo que me pasa porque en algo, aunque sea pequeño, he colaboradora para que suceda. Yo no puedo controlar la actitud de todos a mi alrededor pero puedo controlar la mía. Puedo actuar libremente con lo que hago. Tendré que decidir qué hago. Con mis limitaciones, con mis miserias, con mis ignorancias, con todo lo que sé y aprendí, con todo eso, tendré que decidir cuál es la mejor manera de actuar. Y tendré que actuar de esa mejor manera. Tendré que conocerme más para saber cuáles son mis recursos. Tendré que quererme tanto como para privilegiarme y saber que esta es mi decisión. Y tendré, entonces, algo que viene con la autonomía y que es la otra cara de la libertad: el coraje. Tendré el coraje de actuar como mi conciencia me dicta y de pagar el precio. Tendré que ser libre aunque a ti no te guste. Y si no vas a quererme así como soy; y si te vas a ir de mi lado, así como soy; y si en la noche más larga y más fría del invierno me vas a dejar solo y te vas a ir….cierra la puerta, ¿vale? porque entra viento. Cierra la puerta. Si esa es tu decisión, cierra la puerta. No voy a pedirte que te quedes un minuto más de lo que tú quieres. Te digo: cierra la puerta porque yo me quedo y hace frío. Y esta va a ser mi decisión. Esto me transforma en una especie de ser inmanejable. Porque los autodependientes son inmanejables. Porque a un autodependiente solamente lo manejas si él quiere. Esto significa un paso muy adelante en tu historia y en tu desarrollo, una manera diferente de vivir el mundo y probablemente signifique empezar a conocer un poco más a quien está a tu lado.
Si tú eres autodependiente, de verdad, es probable que algunas personas de las que están a tu lado se vayan…Quizás algunos no quieran quedarse. Bueno, habrá que pagar ese precio también. Habrá que pagar el precio de soportar las partidas de algunos a mi alrededor y prepararse para festejar la llegada de otros (Quizás…)”
Jorge Bucay (Cuentos para Pensar)
REFLEXIONES
El tema a trabajar hoy con este cuento es la culpa. Comentamos tras la lectura del mismo lo fácil que resulta ante cualquier acontecimiento echar la culpa al otro y las dificultades de todos para reconocer la parte de responsabilidad que tenemos ante los sucesos que nos ocurren.
Casi todos los miembros del grupo vamos contando experiencias que nos han ocurrido como ejemplos para reconocer nuestra parte de culpa, aunque la mayoría de las veces son los demás quienes nos hacen ver esa culpa.
A través de la culpa trabajamos la conciencia de enfermedad y la necesidad de un tratamiento farmacológico, ya sea oral o intramuscular. El inicio de la enfermedad no es culpa de los demás, familia o amigos, aunque hayamos compartido experiencias traumáticas con ellos en un momento determinado. Hay una parte de la enfermedad que tiene su origen en la genética, de ahí que no todas las personas aunque hayan hecho lo mismo que nosotros sufren la misma enfermedad.
En ocasiones la necesidad de ingresos psiquiátricos en hospital o residencia y tener que tomar una medicación psiquiátrica nos ayudan a conseguir nuestra autodependencia, a convivir con los otros, asumiendo ciertas responsabilidades y sabiendo que tenemos parte de culpa en las cosas que nos ocurren.
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