viernes, 5 de octubre de 2012

LA VIDA ES BELLA. HAY QUE SER VALIENTE.



LA  VIDA  ES  BELLA.  HAY QUE SER VALIENTE.



Tenemos el deber moral de reconocer que la vida no siempre es mala (salvo en casos muy desafortunados y extremos , pero incluso éstos , creo, tienen solución , salvación).
La vida tiene también muchos momentos buenos , bonitos , hermosos y agradables , y muy dignos de ser vividos con intensidad , y luego recordados.
Ante el mal, los inconvenientes y el sufrimiento, no hay NUNCA que resignarse, sino que siempre hay que luchar, siempre hay que buscar una solución, una alternativa favorable, que nos sirva para aliviarnos, para NO SUFRIR MÁS, y para encontrar un camino en el que las cosas no nos vayan mal, sino que nos vayan bien y mucho mejor.

Y ESA ALTERNATIVA, ESA SOLUCIÓN FAVORABLE Y AFORTUNADA, siempre, siempre, existe. Sólo hay que pararse a pensar, a analizar en profundidad la situación adversa, analizar todas las caras que presentan dicha situación y dicha realidad, y luego buscar las posibles soluciones (que siempre las hay, sólo hay que buscarlas) para que esa situación finalmente pueda resolverse favorablemente , y tenga un final feliz y bueno.
A las cosas de la vida, mientras nos sea dado, hay que cogerlas siempre por los cuernos, afrontarlas y solucionarlas, es decir, buscarles una salida siempre favorable. Y siempre es posible , siempre, incluso cuando estamos desesperados ó desesperanzados, y pensamos que el sol, nuestro sol particular, se ha escondido para siempre. Pero el sol, y esto debemos de saberlo siempre, SIEMPRE ACABA POR SALIR, POR REAPARECER, MÁS TARDE Ó MÁS TEMPRANO. La esperanza es lo último que se pierde, no hay que perderla nunca; mientras hay vida, hay esperanza; se dice , y HAY QUE HACERLO, HAY QUE HACERLO POSIBLE.

Esta es nuestra mayor obligación, y este es nuestro mayor deber moral; ser siempre nosotros mismos (“sé el que eres”, “sé tú mismo”, dijo Heidegger), y no permitir que nadie ni nada nos amargue la alegría de vivir, nuestra alegría, nuestra esperanza, nuestro amor, nuestra fe, nuestra felicidad, y nuestro valor personal y nuestra autoestima, es decir, nuestro amor propio.

Porque solamente en la medida en que nosotros mismos nos queramos, nos valoremos, y nos apreciemos, y seamos nosotros mismos nuestros mejores amigos, sólo en la misma medida seremos queridos, amados, valorados y acompañados.

“Conócete a ti mismo” (“nosce te ipsum” , en griego) , ponía en los templos griegos de la antigüedad. Si no nos conocemos a nosotros mismos, no podremos nunca querernos. Porque sólo se conoce a la perfección lo que se ama, y sólo se ama a la perfección lo que se conoce.
Y hemos de conocernos con veracidad, con verdad, con sinceridad, con un auténtico y profundo esfuerzo de introspección personal. Sin mentirnos, y luego sin falsearnos a nosotros mismos (cara a los demás). Una vez que nos conocemos, que hemos averiguado de verdad quiénes somos, hemos de SERLO con valentía, con valor, con dignidad, con amor propio, y con autenticidad. Si no, seremos unos falsos, unos cobardes, y unos indignos.

Porque nadie que no se ame y se conozca, será amado; nadie que no sea su propio mejor amigo, será acompañado.

Para poder permitirse el lujo de la generosidad, hay que haber acumulado antes un caudal; para poder dar, hay primero que tener, que haber recibido. Quien no tiene, no puede dar, no puede ofrecer nada. 

Luis Francisco Blas



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