
LA FIESTA
El hombre necesita hacer un alto en la cotidianidad; en la rutina del quehacer diario. Esto se lo proporciona la fiesta. Solo en un trabajo lleno de sentido es posible que prospere la auténtica fiesta, pues ambas cosas se alimentan de idéntico manantial. Con razón decía el filosofo Garaudy que la vida en rigor nuca es cotidiana, por lo que hemos de deducir que la fiesta declina pero que no se extingue del todo, porque la esencia de la vida es rebasarse, trascenderse.
Y es que la fiesta tiene un origen cultural, religioso, como ya advirtió el mismo Nizsche.
Esto lo podríamos ilustrar con multitud de ejemplos sacados tanto de la antigua Patrología como de moderna etnografia.
La fiesta es fruto de la imaginación, que permite crear utopías a pesar de la mezquindad circundante. Esto no quiere decir que la imaginación sea evasiva pues nos proporciona un contacto fluido y poético con la realidad.
La fiesta puede entenderse como protesta por el contraste de la afirmación con la realidad carente de valor.
No obedece tampoco a una lógica, pues es la convicción de que la alegría y la libertad es más fuerte que sus contrarios.
El amor, la alegría y la contemplación son ingredientes de la fiesta aunque esta sea mas que estos componentes. La fiesta se sitúa en el ámbito de lo superfluo, lo generoso, es regalo mutuo.
Quiero acabar estas consideraciones con las palabras que nos dirigía el prior de TAIZE a los jóvenes cristianos que rezábamos por la unidad de los cristianos: “Que vuestra fiesta no tenga fin”. Y es que para el cristiano la certeza de la fiesta eterna es inquebrantable, pues sabemos que aunque nuestra morada terrestre sea destruida la fiesta se continúa en el mundo futuro el que nos conquistó Cristo con su resurrección.
-Ángel Marín Fernández-
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