En una noche oscura, la luna iluminaba el bosque, los grillos cantaban junto con las ranas, los murciélagos y búhos salían por a sus presas. Sin embargo mi mente estaba concentrada en esconderme, no podían encontrarme, si llegaba a saberse mi paradero sería el fin. Un sonido llamó mi atención e inmediatemente los pelos se me erizaron.
Recordé entonces claramente las razones que me habian llevado a hacer aquel disparatado viaje a Rumanía.
Mi vida aburrida, aburguesada, apolillada e insoportable. Mi falta de salir de mi ciudad, Madrid, y de mi país. Mis ganas de hacer por fin un viaje al extranjero, de conocer mundo y de hacerlo yo solo, sin la compañía de nadie. Necesitaba de una vez la aventura, el riesgo, la emoción, la vida vivida sin normas, sin trabas sociales ni familiares.
Y ahora estaba allí, perdido y emocionado al mismo tiempo, en aquel bosque siniestro de Transilvania, escondido y agazapado y con el famoso castillo del legendario Conde Drácula a la vista, a un par de kilómetros al este. Me había separado conscientemente del grupo esta mañana, para estar un rato a solas conmigo mismo, en un descanso de la ruta del día por aquellos parajes... y cuando, a los veinte minutos, volví al punto de encuentro, vi, horrorizado que todos se habían ido. ¿Me habrían echado en falta?¿Porque no m,e habían esperado? ¡Estúpido de mi! No uso móvil, y por lo tanto me hallaba perdido e incomunicado, aislado, solo. Y así llevaba cinco horas, y hace tiempo que había anochecido. Pero, ¿Que era ese ruido?. ¿De dónde venia? ¿Quién me acechaba y me vigilaba, porque yo así lo sentía, entre los árboles de ese denso y siniestro bosque?. Eché a correr asustado y atemorizado, hacía la esplanada del castillo. A los diez minutos logré salir del bosque. No sé cómo, yo sabía que alguien me miraba, me vigilaba y me seguía. Pero yo no podía mirar atrás, no me atrevía a mirar... Atravesé bajo la luz de la luna llena la esplanada, y me fuí, poco a poco, cansado y jadeando ya del agotamiento y del miedo, acercando paso a paso al castillo. Miré de pronto hacia atrás, envalentonado de repente, pero no había nadie. Sin embargo, yo sentía y en el fondo de mí, algo me decía, que con toda certeza alguien me estaba, desde alguna parte que yo desconocía, acechando y vigilando muy atentamenmte. Y sentía también que ese alguien no era un amigo. Un escalofrío me recorría la espina dorsal cuando, por fin llegué a la puerta del enorme y siniestro castillo. Tenía hambre y sed, pero, sobre todo, miedo.
¿Porqué había ido hacia el tenebroso castillo?¿Había sido yo el que había corrido hasta allí por mi propia voluntad, o alguien o algo desconocido me había impulsado y obligado a llegar allí? ¿Que sentido tenía todo esto?¿Iba yo a morir allí sólo y aterrorizado o alguien o algo, por milagro me salvaría en el último momento? Respiré hondo y, haciendo un gran esfuerzo por contener mi miedo, llamé a la puerta. Unos pasos sonaron en el interior y, lentamente, abanzaron hacia la puerta. Los pasos eran lentos y firmes. No sabía lo que me esperaba, pero algo en mí interior me decía que no era nada bueno ¿Que pasaría? ¿Que ocurriría?
El final es el próximo capítulo.
-LUÍS FRANCÍSCO BLAS-
Narración creada por Luis Francisco Blas el 19 del 10 de 2011 durante el taller "Dinámicas de Grupo".
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